Peggy Lee
(Norma Deloris Egstrom; Jamestown, 26 de mayo de 1920-Los Ángeles, 21 de enero de 2002)
Peggy Lee es un oxímoron hecho artista. En ella convergen términos aparentemente paradógicos. Por un lado el brillo icónico y sensual de una estrella popular, acentuado por una medida frialdad nórdica. Por otro, una voz y una biografía tremendamente negras, llenas de dramatismos y desengaños. Una mezcla entre Marilyn y Billy Holiday, entre Madonna y Amy Winehouse.
Lejos de las denominaciones de origen del jazz como serían Nueva Orleans o Kansas, Peggy Lee nació en un pueblo de Dakota del Norte, estado frontera con Canadá.
Su madre falleció cuando la pequeña contaba con 4 años y el padre, un ferroviario alcohólico (los dos términos no tiene relación), se largó. Ella vivió el resto de su niñez con una madrastra malvada (los cuentos clásicos son trágicos). Su memoria de aquellos días quedó reflejada en la canción “One beating a day (Una paliza al día)”.
Ya empezó a cantar en su instituto y después en pequeños programas de radio, hasta recalar en el programa más escuchado de todo el estado. Eso ocurría en Fargo, cuando los hermanos Cohen ni siquiera eran una idea en el universo.
