La escuela de Piney Jones al sur de Jackson, Misissipi, era peculiar. Acogía a huérfanas afroamericanas. Aprendían gramática, matemáticas, historia, jardinería, carpintería… y también música. La música era el conjuro frente a los prejuicios que asolaban esa tierra sureña sembrada de nubes de algodón. Se oían gospel, temas viejos y ecos de las plantaciones, marchas patriotas de John Philip Sousa y también temas más modernos. Los ritmos de la ciudad del Sur, Nueva Orleans no tardaron en llegar allí. El director, Laurence Jones, necesitaba ingresos para la escuela, y conocía la música que se llevaba, como las Melodears de Ina Ray Hutton.
Salvo en su papel como cantantes, las mujeres lo tuvieron difícil para hacerse un hueco en bandas de hombres. Por supuesto hubo excepciones. En su contra jugaba un machismo que concebía a las mujeres como poco dotadas para la interpretación, a pesar de que muchas de ellas recibían mayor educación musical que los hombres. Se sumaba la concepción del jazz como una música surgida de clubes nocturnos y lugares poco recomendables para señoritas respetables. Eso de andar bufando trompetas y trombones no era femenino. Sin embargo, en los años 30 y 40 se pusieron de moda orquestas de mujeres o “bandas de chicas”, aunque concebidas más como algo exótico, como un escaparate de sensualidad más que de musicalidad.

(Si quieres investigar un poco más te animamos a leer este interesante artículo en español sobre orquestas de mujeres).
En 1937, un autobús lleno de chicas entusiastas por la música partió de Piney Woods. Comenzó actuando en colegios, iglesias y teatros de la costa Este, y pronto en garitos negros de lugares como Virginia Beach, Des Moines, Charlotte y Fredericksbur, para enviar de vuelta un dinero necesario para la escuela.
Las Sweethearts tenían dos autobuses; uno en el que dormían y otro donde aprendían y ensayaban. Dieciocho literas para dieciocho jovenes, la mayoría de las cuales nunca habían salido de Mississippi. El gerente de la banda y acompañante Rae Lee Jones hacía cumplir reglas estrictas. Se esperaba una conducta cristiana. Nada de contactos con el público ni de vestidos de seda o satén; sólo uniformes cosidos por ellas mismas.


Sin embargo, llenaban clubes nocturnos, teatros y salones de baile, reproduciendo estándares del jazz con diligencia. La calidad de su interpretación hacía que los músicos varones arquearan las cejas y que los periódicos escribieran: ¡si tocan tan bien como los hombres!!
Pronto se batieron récords de asistencia en el Cotton Club de Cincinnati, el Rosedale Beach Club de Atlantic City y el Plantation Club de Los Ángeles, y la fama se presentó como una erupción. Por primera vez en la vida de estas niñas, en su mayoría huérfanas y empobrecidas, se abría la posibilidad del éxito.

Las chicas de The Sweethearts tuvieron que enfrentarse a una decisión crucial. Un cruce de caminos con consecuencias vitales. O continuar vinculadas a la escuela Piney Woods, ganando solo para comida y graduándose con el diploma de Piney Woods por un lado. O lanzarse a la carretera y ganarse la vida con el dinero derivado de contratos con la banda. Cualquier decisión era complicada.
Optaron por lo segundo. Una noche se subieron al autobús y se largaron. El director Jones denunció el robo del autobús y los instrumentos, y la policía se puso a la captura de las fugitivas a lo largo de la costa Este. Fue un escándalo. Aunque para la escuela ellas eran unas traidoras puesto que les habían proporcionado educación y manutención, dos cosas estaban claras. 1) La demanda de la banda había aumentado y ellas estaban siendo explotadas. 2) Es difícil educar a una famosa banda de jazz en gira.
Finalmente las Sweethears eludieron el arresto y cortaron amarras con la escuela Piney Woods.

Contaron con el apoyo inicial de su mánager Ray Lee Jones, así como el patrocinio de un adinerado virginiano. Ensayaban en una casa de Arlington, Virgina, La Sweetheart House, y su autobús al que llamarán Big Bertha.
Estuvieron desde el principio: Helen Jones al trombón, Pauline Braddy a la batería, Willie Mae Wong, de ascendencia asiática también conocido como «Rabbit», al saxo, Johnnie Mae, pianista, y trece más. Ninguna mayor de veinte. The International Sweethearts of Rhythm se convirtió en la primera banda de swing totalmente femenina y racialmente integrada. Chicas afroamericanas, latinas, asiáticas, indias, chicas hawaianas y de ascendencia china.

1941 supuso definitivamente la profesionalización de la banda. Mujeres de otras bandas desertaron para unirse a ellas como Vi Burnside, al saxo, que dejó The Harlem Playgirls. Ese año llegó Anna Mae Winburn, para dirigir la banda. Ella había dirigido una banda de hombres, y temía cómo sería su relación con las 17 mujeres. Pero el matrimonio funcionó.
Anunciada como la «Venus de bronce». Increíblemente delgada con pómulos altos y con hoyuelos, una cintura pequeña y una sonrisa coqueta con un espacio entre las palas. Puedes verla en uno de los temas más interpretados, «Jump Children», vestida con un elegante vestido de columna negro, sus manos delicadas son un borrón quironómico, dibujando melodías con aplomo. Ella dirige, canta y baila controladamente mientras la música se desliza a través de ella, para ella. Su voz suena suave, confiada y tímida:
“Puedo ser pequeña, pero chico no tengo miedo, puedo subir una colina sin cambiar de marcha”. «¿Quieren saltar, niñas?» Anna Mae les pregunta a las chicas. «¡Si!» Gritaban ellas.
Eddie Durham primero y Jesse Stone a partir de 1941 fueron los arreglistas de la banda. El primero trabajaría luego con Jimmie Lunceford y Count Basie, y Jesse Stone lo había hecho para Duke Ellington.
En 1943, Roz Cron, de dieciocho años, la saxo tenor se convirtió en uno de las primeras Sweethearts blancos. Las leyes de Jim Crow prohibían la mezcla de ciudadanos blancos y negros, así que en este caso las pocas blancas como Roz tuvieron que “hacerse negras” maquillándose morenas. Para las leyes segregacionistas del sur hubiera sido casi peor ver en ese grupo alguna blanca compartiendo espacios con las negras, y más siendo algo querido por ellas. Serían consideradas como unas traidoras. Así Roz pudo comprobar en sus carnes propias el día a día de esta realidad, las suspicacias con la policía, restaurantes, hoteles, autobuses, baños públicos. Por eso gran parte de su vida durante las giras se desarrollaba en su autobús.

La trompetista Tiny Davis, era una lesbiana descarada cuya carismática voz crepitaba con jazz, los cigarrillos y alegría de vivir. Cab Calloway y Louis Armstrong fueron para oírla tocar. Ambos le hicieron propuestas para integrarse en sus orquestas, pero Tiny se lo pasaba tan bien con las chicas, que no podía estar mejor en otro sitio.
Nunca hubo contrato discográfico para ellas, solo el escenario y una década de gloria. En 1944 la revista “Downbeat”, referencia del jazz, las etiquetó como “la orquesta femenina número uno de Estados Unidos”. Participaron en las célebres batallas de bandas, frente a la de Fletcher Henderson, Erksine Hawkins, o Earl Hines, quien las llamó “primeras amazonas de la libertad”. Tenían que luchar contra un doble prejuicio: el racial y el de género. Actuaron en lugares tan prestigiosos como el Apollo Theatre en Harlem, el Howard Thatre en Washington, o el Regal Theatre en Chicago

Durante la II Guerra Mundial, peticiones por cartas de soldados afroamericanos las llevaron a una gira de seis meses por Europa de las Sweethearts. “¿Se lava el negro?”, les preguntó inocentemente una alemana. Pensaba que era suciedad. Roz, la saxofonista blanca, recuerda contemplar los restos esqueléticos de Dresde, arrasados por violentas incursiones de los aliados. Ella era judía, y toda esta destrucción le provocaba sentimientos contrariados.


Los años posteriores fueron el final de las big bands. Las bandas cada vez eran más pequeñas, la televisión como nuevo instrumento de entretenimiento, donde se prefiere las lentejuelas y mostrar pierna antes que la música. 1949 supuso la desbandada de las Sweethearts, que dio paso a carreras variadas como intérpretes de estudio, enfermeras, madres, maestras, operadora de centralitas…etc
Quedan escasas imágenes de video de The Sweethearts, y aunque algunas de sus apariciones en la radio están disponibles en una compilación llamada Hot Licks (1944-1946), sus únicos lanzamientos fueron unos discos de 78rpm para Guild Records y cuatro canciones grabadas con Rosetta Records. ¿Pero fueron tan buenas? Así lo afirman quienes las escucharon. Testimonios de Billie Holiday, Ella Fitzgerald o Duke Ellington, las reconoce como una de las mejores bandas de la época.
Desafortunadamente, el racismo y el sexismo las borraron en gran medida del recuerdo público, convirtiéndose en notas al pie de las historias de otras personas. Fue el feminismo y no los historiadores del jazz quienes las trajeron de vuelta. Las Sweethearts fueron reconocidas más tarde por el Kansas City Women’s Jazz Festival en 1980, y nuevamente por el Smithsonian en 2011.
Helen Jones Woods, la última Sweethearts, falleció el pasado 25 de julio a consecuencia del Covid19 a la edad de 96 años. Había sido hija adoptiva del director de la escuela Piney Woods. En 1949 fue despedida de la Orquesta Sinfónica de Omaha donde tocaba el trombón, al darse cuenta de que ella era de origen negro. Tras este suceso, abandonó la música y se dedicó a la enfermería. Puedes leer esta entrevista obituario realizado a su hija, Cathy Jones.
Puedes ver aquí el documental rodado en 1986 donde se mezclan imágenes de la banda, con entrevistas a miembros de la misma, entre ellas la líder Ana Mae Winburn.
2 comentarios en «THE INTERNATIONAL SWEETHEARTS OF RHYTHM»
Fabulosa recopilacion. Me ha encantado.Mil graciaaaaaaaas por vuestra generosidad
Mi más sincera enhorabuena por el artículo. Es muy completo y se lee enseguida.